La castaña es un alimento propio del otoño, pero para muchos, son los frutos que dan la bienvenida a la navidad, puesto que a cada paso que das, las ves saltando en cualquier esquina, aromatizando suavemente el aire frio que va recorriendo la ciudad por las noches. Su sabor es dulzón a la diferencia de otros frutos secos; su interior es de textura harinosa, por lo que la hace genial para cualquier tipo de cocción, la mejor, es servirlas asadas.
Este fruto era importante para las zonas mediterráneas de Europa y su dieta diaria, ya que con ella se puede hacer pan, bizcochos, sopas, etc.; sólo se vio desplazada cuando la patata y el maíz llegó a este continente.
La castaña, proporciona una excelente fuente de energía, ayuda a calmar el hambre gracias a que son ricas en carbohidratos “complejos” y lo absorbemos de manera lenta y progresiva, tienen menos calorías que otros frutos secos, aporta vitamina B, y ayuda a nivelar el potasio y el hierro en nuestro cuerpo.
La mejor manera de conservarlos es en el frio y en envases cerrados, sólo si han sido previamente curadas a temperatura ambiente durante unos días, de esta manera el almidón se transforma en azúcar y mejora su sabor.
